Todos los consumidores tienen muchas historias sobre sus compras y su relación con las marcas. Muchas arrancan de forma parecida pero no todas ellas tienen, a pesar de ello, el mismo final. Hay errores que las marcas o empresas cometen, las cuales no están muy bien gestionadas que en ocasiones e convierten en puntos de no retorno, es decir, el cliente compra una sola vez y no vuelve a adquirir nuestro producto o servicio.
Lo que hace que las reacciones de los consumidores sean diferentes no es tanto el tipo de error (muchas veces es, repetimos, en esencia el mismo), sino la relación que tienen con las marcas en cuestión. Una no ha cuidado su relación con el consumidor o ha mantenido un vínculo muy superficial con ellos. Otra ha hecho un trabajo sostenido en el tiempo, apostando por el marketing relacional para crear vínculos valiosos y crear una sólida base en sus relaciones con los consumidores. Ha logrado que los pilares sobre los que se asienta su relación sean firmes.
El marketing relacional se encarga de crear esos vínculos, ya que trabaja partiendo de conocer mejor al consumidor, de lograr que este se interese en la marca y los productos (no es solo un comprador, es algo más) y de establecer una relación de confianza.
Crea una óptima relación entre consumidores o clientes, sean compañías de consumo o de negocios, y la empresa. Durante los últimos años se ha repetido hasta la saciedad que los consumidores quieren una cierta cercanía, que las marcas se preocupen por ellos, que les hagan la vida más fácil y casi que en ciertos momentos sean como sus amigos.
Y, por todo ello, logra unos efectos importantes en una cuestión crucial: el marketing relacional es clave para lograr una mayor fidelidad a la marca. Es lo que ayuda a que el usuario no se vaya a tu competencia a la mínima oportunidad.